Por Antonio Amaya Vidal
El turismo político se conoce por los viajes y actividades que hacen diferentes funcionarios públicos en todos los niveles de gobierno, con fondos públicos y con el pretexto de ser actividad oficial, pero que en la práctica incluyen actividades recreativas.
Muchos de los viajes de recreación con pretexto de tener una actividad que beneficia a la población, termina en prácticas que echan a andar la desconfianza de los mexicanos.
El turismo político no solo ataca la credibilidad de los gobiernos, pero también mueve recursos que pueden ser utilizados en necesidades urgentes de la sociedad y a lo largo de los años ha estado presente en la vida pública de México.
Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado de la República, está en el ojo del huracán por su visita a Roma, Italia; lugar donde participó en múltiples audiencias diplomáticas y coincidió con el expresidente Felipe Calderón Hinojosa.
Hoy Noroña está siendo cuestionado por la coherencia al identificarse como ateo y por participar en un evento de la Iglesia Católica. Noroña ha declarado que independientemente de las creencias religiosas siempre debe prevalecer la solidaridad y la construcción de la paz.
Por su parte, el senador aclaró que el costo del boleto no fue asumido por el Senado, por lo que su travesía fue bajo sus propios medios.
El legislador tuvo un encuentro con Paolo Storoni, jefe de la División de Relaciones Internacionales de la Dirección de Investigación Antimafia de Italia y en el Parlamento italiano, se reunió con la delegación de Emiratos Árabes Unidos.
Los representantes que son elegidos en México deben de trabajar en la transparencia y dar las respuestas que necesitan los ciudadanos para tener explicaciones que agraden a los ciudadanos para saber que realmente son gastos justificados y que van a generar algún tipo de beneficio. Esta práctica, aunque no siempre ilegal, puede generar controversia debido a la percepción de uso indebido de recursos públicos y la falta de transparencia.
Antonio Amaya Vidal
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