
“A fin de cuentas, pensar libremente significa también distanciarse del cuerpo. Salir de esa jaula que te limita. Romper las cadenas y simplemente darle alas a la mente.” Haruki Murakami
Por: Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
En todos los partidos políticos hay personajes que rayan en lo disparatado, con ideas francamente irracionales, irreales y sin ninguna posibilidad de llevarse a cabo. Como antecedente está el mismísimo Vicente Fox, un cómico involuntario, torpe y que resultó muy caro mantener durante un sexenio, aunque siempre se mostró tal cual: decía que se había educado viendo las nubes.
Luego vino el expresidente Enrique Peña Nieto, otro que hasta el pastel de cumpleaños se le caía, declaraba sobre sus libros no leídos y confundía los más con los menos. Su sexenio marcó el regreso del PRI, con las mismas mañas, corrupto y cínico como en los años 80. Solo seis años les duró el gusto y entregaron el poder a los morenistas, que prometían un país mejor y una política de mayor nivel, pero no fue así.
Cuando parecía que teníamos un político distinto, con altura y nivel, López Obrador decepcionó a muchos. Otro sector, sobre todo el de sus críticos, lo calificaba de ignorante, aunque interpretó un personaje que le dio resultados: tuvo su partido, llegó al poder y encaminó un segundo sexenio a través de Claudia Sheinbaum
Cómo olvidar sus explicaciones de que “gobernar no tiene gran ciencia”. Hoy tenemos resultados negativos: un sistema de salud colapsado, desabasto de medicamentos, violencia y miles de desaparecidos. ¿De verdad gobernar no tiene ciencia? Los esqueletos ya empiezan a salir del armario. También queda para el recuerdo aquella explicación peregrina de cómo extraer petróleo: “no tiene ninguna ciencia, se perfora un pozo como si se fuera a extraer agua… no tiene ninguna ciencia”, repetía como loro. Al final, ahí están sus logros en materia energética: un PEMEX quebrada y una refinería en Dos Bocas que no opera al cien.
En materia de dislates, nuestros políticos tienen escuela, incluso tradición en hacer el ridículo. No hace mucho, la presidenta municipal de Acapulco culpaba “a la calor” de los altos niveles de violencia en el puerto. Y como esa, varias.
También hemos visto personajes dignos de un programa cómico en las Cámaras y propuestas legislativas que resultan un insulto para la ciudadanía y hasta para el sentido común. Y lo repito: les toca a todos los partidos.
Pero quien no tiene desperdicio es la diputada morenista Victoria Gutiérrez Pérez, presidenta de la Comisión para la Atención, Seguimiento y Desarrollo de la Cafeticultura en el Congreso de Veracruz. En plena sesión, anunció con bombo y platillo que científicos veracruzanos habían desarrollado una nave espacial para llevar café jarocho al planeta Marte.
Si no me cree, ahí están los videos que circulan en redes sociales y que desataron un millón de burlas, porque lo dijo de manera convincente. Si lo que buscaba era reflector, lo consiguió, pero de forma negativa. Eso sí, cuidado con que después lo quieran disfrazar de violencia política de género, porque la ignorancia no entiende de eso.
No pedimos mucho, pero parece que varios de nuestros legisladores se tomaron demasiado en serio aquello de “no ser aspiracionistas”. Les caería bien tomar un libro, no duele, y en una de esas hasta aprenden algo.
Al final, lo verdaderamente grave no es el ridículo que hacen nuestros políticos, sino que desde ese ridículo toman decisiones que afectan la vida de millones. Y mientras ellos improvisan ocurrencias, el país exige seriedad… Pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.
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