
La soledad es a veces la compañía más agradable, y una separación, aunque corta,hace más dulce el placer de volver a verse. John Milton
Por: Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
No se puede negar que el Grito de Independencia siempre tiene una carga emotiva. Nos recuerda, de manera romántica, a esos héroes que buscaron la libertad y, también, privilegios para ellos y los suyos en 1810. Aquello sentó las bases para construir una República en 1824, con la primera Constitución: con derechos y obligaciones, sin esclavitud y bajo un sistema democrático. Pararse en el balcón central de Palacio Nacional es, irremediablemente, un juicio ante el pueblo de México y, por lo menos desde 2006, las cosas no van nada bien; por eso se lo tienen que llenar.
Cada quien ha modificado las arengas a su conveniencia. En alguna ocasión solía escucharse “¡Muera el mal gobierno!”, pero ahora prefieren guardársela, no sea que les rebote por algún lado. Este 2025 vivimos una ceremonia cargada de simbolismos, sobre todo aquellos relacionados con el feminismo de la presidenta Claudia Sheinbaum: vestirse de morado, pronunciar la frase “llegamos todas”, usar el nombre de nacimiento de la Corregidora —Josefa Ortiz Téllez-Girón— y no el de casada, Josefa Ortiz de Domínguez.

Son detalles que, hay que decirlo, resultan positivos. Ojalá pronto se normalice que las mujeres ocupen espacios de poder. Sin embargo, si no se atienden los problemas reales —la corrupción, la violencia, la división entre mexicanos—, si no se escucha a las madres buscadoras, a quienes tienen hijos con cáncer y carecen de medicamentos, si no se envían mensajes claros para terminar con la persecución contra ciudadanos como en los casos de “dato protegido” y Fernández Noroña, existe el riesgo de que todo quede en simple anécdota.
Ahí quedan los escándalos que consumen a la 4T y que son herencia de la corrupción del pasado reciente, es decir, del sexenio de López Obrador. Sheinbaum no debería cargar con ese lastre: todavía es muy temprano en su gobierno. Pero la decisión ya está tomada: van a defender a capa y espada al Pejelagarto, lo mismo que a Adán Augusto López y a quien se mencione, aunque la factura resulte muy pesada y la administración actual quede atrapada entre problemas internos y la presión que proviene de Estados Unidos con Donald Trump.
Pero los escándalos no se limitan a “La Barredora” en Tabasco, con la detención de Hernán Bermúdez. También está el frente del “huachicol fiscal”, ese que tanto presumieron haber erradicado mientras López Obrador sacaba su pañuelito blanco para burlarse de quienes lo cuestionaban. Ese caso salpica a la Marina, aunque intenten limpiar la imagen y reducirlo a unos cuantos, cuando en realidad golpea la credibilidad de una institución con tanto prestigio.
Ya que hablamos de mensajes y simbolismos, el primero en hacer uso de la palabra en el desfile militar fue el secretario de Marina, Raymundo Pedro Morales, quien enfatizó que “el mal tuvo un fin determinante”, en referencia al escándalo del huachicol fiscal. También aseguró que esos actos reprobables fueron identificados y atendidos con transparencia y legalidad. “Fuimos nosotros mismos quienes dimos el golpe de timón”.
En los casos de corrupción se debe seguir la ruta del dinero. Falta mucho por saber y la FGR debe ser clara. Desde Palacio Nacional se debe propiciar la transparencia y la rendición de cuentas: el prestigio o la supuesta autoridad moral no bastan. Ahí está, si no, el ejemplo del Pejelagarto y su plumaje manchado.
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Hasta la próxima.
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