La experiencia no solo es subjetiva,
sino que está conectada con un mundo
compartido de significado
Hans Georg Gadamer
Por: Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
En la política no hay lealtades ni amores eternos; solo hay conveniencia y practicidad. Lo otro queda para las canciones y nada más. En la historia de México, las peores traiciones se han jugado del lado del PRI, aunque cada partido tiene sus propios episodios. Siempre se pueden superar, y los que ahora son gobierno ahí la llevan.
Aquel amasiato antinatural entre los tricolores y los panistas no tenía futuro. Antagonistas durante años, terminaron juntos para ir contra Andrés Manuel y su partido, que los aplanó. No quedó mucho, y menos del PRI, que fue la cuna del Pejelagarto y que jugaba con ellos: les jalaba la cadena, pero no los estrangulaba. Sabía que el contraste es importante. Aquella relación solo sirvió para que sus cúpulas se conservaran, mantuvieran acceso a los dineros públicos y a unos pocos gobiernos.

El PRI está empequeñecido, con un discurso estruendoso que no les alcanza para nada: ni en las cámaras ni en las próximas elecciones, por lo menos no hoy. Lo único que traen es la inercia de un par de empujones entre Alejandro Moreno y el insoportable Gerardo Fernández Noroña, pero nada más. Por otro lado, las investigaciones contra el tal “Alito” Moreno se siguen estirando y aflojando a gusto, para dejarlos respirar, pero sin concretarse nunca.
De aquel PRI de los años setenta no queda nada. De la aplanadora que fueron, lo más cercano hoy son los morenistas, pero no los tricolores. El PRI es gobierno solo en dos entidades: Durango y Coahuila. Perdieron su bastión, el Estado de México. Apenas cuentan con 49 diputados, 13 senadores y 265 municipios. Aun así, en su discurso insisten en que son un partido ganador… ¿de dónde? ¿Cuál es la evidencia?
Los tricolores se han convertido en un partido de saliva; quieren construir con narrativa lo que no sucede en la realidad. No conectan con la gente y menos con los jóvenes. Cargan con el estigma de corrupción que ellos mismos se construyeron durante años y que perfeccionaron en 2012 con la llegada del “nuevo PRI” de Enrique Peña Nieto y sus escándalos. ¿Cómo creer que ellos son los que van a salvar al país?
El barco de las alianzas se está hundiendo. Según los blanquiazules, quieren desmarcarse de las malas compañías, pero ya es muy tarde. Los del PRI ni siquiera tuvieron candidato presidencial emanado de sus propias filas. Les falta liderazgo, igual que a los otros partidos. En el tricolor nada se mueve sin que Alejandro Moreno dé su visto bueno. Se entiende que les tome tiempo superar el sentimiento de traición que cargan varios, sobre todo porque los panistas les dieron oxígeno en los procesos electorales recientes.
Estamos viendo el fin de una etapa: el agotamiento de los partidos que fueron gobierno y de sus fracasos. La alianza opositora que se formó para hacer frente a Morena fracasó, nunca tuvo proyecto.
No se ve por dónde el PRI pueda relanzarse, y menos que logre ser competitivo. Por eso hay hasta despecho con quienes marcaron distancia. Pero en política nada está escrito, y si se requiere, siempre se puede arreglar otro matrimonio… Mejor, ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.

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