
Tokio amaneció este domingo lluviosa, despidiéndose lastimosa de unos Juegos Olímpicos que tardaron más de un año de lo previsto en llegar, pero que vieron finalmente brillar a los atletas del mundo y con ellos y la capital como protagonista se dijo hasta pronto.
El tifón amainó al caer la tarde y la llama olímpica flameaba en el Estadio Olímpico rodeada de gradas vacías y luces azul índigo para pasar el testigo a París.
Pronto el campo se llenó de vida, luz, ritmo, deportividad y una hospitalidad japonesa que inscribió "Arigato" en mayúsculas.
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