Se puede saber mucho de un hombre
por los libros que lleva: sus gustos,
sus intereses, sus hábitos
Walter Benjamín
Por: Arturo Suárez Ramírez / @arturosuarez
Hemos normalizado la violencia desde que Felipe Calderón declaró la guerra contra el narcotráfico: los colgados, los decapitados, los videos en redes sociales con mensajes de los malosos que amenazan y hasta ejecutan a los contrarios, los cobros de piso y las extorsiones. Una noche de pesadilla que parece no tener fin. Eso, indudablemente, nos hace sentir más vulnerables, solos y con un sentimiento de orfandad ante las mafias que operan en el país.
En Palacio Nacional, la presidenta sigue muy enojada con quienes la cuestionan; los llama “buitres”, según ella, por usar la tragedia para sacar partido. Quisieran que no se informara, que no se les gritara exigiendo justicia, que no hubiera desaparecidos ni madres buscadoras. Pero, como sucedió con Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, la realidad los rebasó. Y lo peor: parece que vamos por el mismo camino con la actual administración.

Ya sabemos que a los dos gobiernos de la 4T que han ocupado la presidencia les gustan los números a modo, dar a conocer encuestas con sus altos índices de popularidad y aprobación. El gobierno de Morena vive su peor momento. No terminaba de salir de los escándalos de “La Barredora”, los excesos de Noroña, Andy y otros, además del “huachicol” fiscal y sus más de 600 mil millones perdidos, cuando se dio la tragedia del asesinato de Carlos Manzo.
La reacción desde Palacio Nacional fue tardía. Eso sí, anunciaron un “Plan Michoacán por la Paz y la Justicia” para atender la seguridad en la entidad, como si el problema fuera nuevo. Solo hay que recordar que fue ahí donde Calderón declaró la guerra, aunque, según Francisco Ramírez Acuña, fue Lázaro Cárdenas Batel quien pidió la intervención del Ejército. Hoy Cárdenas es el actual jefe de la Oficina de la Presidencia.
Dos años después, cuando ya gobernaba Leonel Godoy, ocurrió uno de los primeros actos terroristas en la historia de México: durante los festejos del 15 de septiembre, dos artefactos detonaron en la plaza de Morelia y dejaron ocho muertos. Calderón y el gobernador prometieron que meterían mano para que nunca más sucedieran esas cosas. Obviamente, el tema se enfrió y quedó como otro pasaje oscuro en Michoacán.
Aquellos hechos dieron origen al “Michoacanazo” de 2009: se detuvieron once presidentes municipales, dieciséis altos funcionarios y un juez por presuntos vínculos con el crimen organizado. El caso se les cayó y la mayoría fue liberada con un clásico “usted disculpe”. De nuevo, la entidad seguía caliente. Terminó el sexenio de Calderón y llegó Peña Nieto, con la mala decisión de armar a las autodefensas; para ello envió a Alfredo Castillo Cervantes. De nuevo, un fracaso: muchas de esas armas terminaron en manos de los malosos. De Silvano Aureoles Conejo no hay mucho que decir; sigue prófugo, acusado de peculado.
Así que hay suficiente evidencia para mantenernos escépticos sobre los posibles resultados positivos del “Plan Michoacán por la Paz y la Justicia”.
Por cierto, en su afán de mostrarse cercana, la presidenta caminó de Palacio Nacional al edificio de la SEP, unas cuantas cuadras. Ahí vivió un episodio que debe condenarse: un hombre la tocó, la acosó ante la mirada de su equipo de seguridad. Qué falta de pericia por parte de su ayudantía. Simplemente, es la jefa del Estado mexicano, y eso basta para que el perímetro sea considerado de seguridad nacional. Pero claro, les preocupa más la foto y los puntos que han perdido en las encuestas. Uno de los mensajes que se envían es que, si ella es vulnerable, imagínese los demás… Pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.

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